La Divina providencia: una apreciación bautista confesional.

Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y el hará.” (Sal. 37:5) El Salmo 37, citado por el Salmista, insta a los creyentes a confiar en el Señor y a vivir con rectitud, especialmente en tiempos de ansiedad y confusión, como los que vivimos hoy en día. Ante tal incertidumbre, surge siempre la pregunta de si realmente podemos confiar en que Dios cumplirá sus promesas. Para evitar ser abrumados por la ansiedad y encontrar paz en medio de la inseguridad, es crucial entender cómo Dios obra a través de Su providencia.

En este artículo, pretendo que nos sumerjamos en el capítulo 5 de la Segunda Confesión Bautista de Fe de Londres, un capítulo que ofrece una visión profunda de esta doctrina de la providencia divina. Para esto, la estructura que los bautistas particulares le dieron al capítulo es sumamente útil, ya que en su primer párrafo se define la doctrina de la providencia y, en los párrafos siguientes, se desarrollan diferentes aspectos de esta.

La providencia y el poder soberano de Dios

La providencia divina puede ser definida de la siguiente manera: La providencia de Dios es su obra continua por la cual gobierna y dirige toda la creación. Es la enseñanza de que nada sucede fuera del control de Dios, y que Él está activamente involucrado en la vida diaria de las personas. El Capítulo 5 comienza con la afirmación de que Dios, como creador supremo, no solo creó el mundo, sino que también lo sostiene y lo gobierna. Todo, desde los eventos más significativos hasta los más minúsculos detalles, están bajo su cuidado y dirección. Esta definición también sirve como prueba de la soberanía de Dios y acentúa Su poder absoluto y supremo.

El Propósito de la Providencia

¿Pero por qué es importante esta doctrina? En primer lugar nos enseña que hay un propósito detrás de todo lo que sucede. Dios no es un relojero que ha dejado su creación a su suerte; más bien, está íntimamente involucrado, llevando a cabo sus planes divinos. Esto incluye tanto las bendiciones que llegan a nuestras vidas como también cada prueba que toca la puerta de nuestras casas. Incluso en las circunstancias más difíciles, en aquellas pruebas que parecen no tener una fecha de vencimiento a la vista, podemos confiar que hay un propósito mayor en juego.

La responsabilidad humana y la providencia de Dios

Un tema complejo que no puede ser evitado al acercarnos a esta doctrina es la relación entre la voluntad humana y la providencia divina. ¿Cómo puede Dios controlar todas las cosas y, al mismo tiempo, permitir que las personas tomen sus propias decisiones? El Capítulo 5 de la Confesión aborda esta tensión, recordándonos que la providencia de Dios no violenta la voluntad de las criaturas. Y es aquí donde el concepto de causas secundarias se vuelve sumamente importante a la hora de definir nuestra compresión acerca de los actos de la providencia.

El Dios creador, siendo la causa primera y el origen de todo, abarca absolutamente todas las cosas que suceden en la historia del universo. Esto nos habla de Su decreto, cuyo origen es Dios mismo, sin relación a ninguna otra fuerza aparte de Dios, que decrete todas las cosas. Por eso, podemos afirmar en pocas palabras, que Su decreto es la causa primera de todas las cosas. Sin embargo las personas siguen siendo responsables de sus acciones, aunque estas ocurran dentro del marco de la providencia de Dios. En este capítulo de la Confesión, se identifican al menos tres tipos de causas secundarias que Dios emplea en Su providencia, las cuales operan de acuerdo a la propia naturaleza de esas causas, ejecutando así Su voluntad. 


Las causas secundarias necesarias son las leyes de la naturaleza, como la gravedad o el ciclo natural del agua que produce la lluvia. Estas ocurren necesariamente y afectan cada aspecto de nuestras vidas. Cuando la Confesión menciona las causas secundarias que ocurren libremente está haciendo referencia a las acciones morales de las personas. Tomemos el pecado como ejemplo. Los hombres no son forzados ni tentados por Dios a cometer actos pecaminosos, sino que los comenten siendo inclinados a estos por su naturaleza caída y pecaminosa (Ro. 1:21, Stg. 1:13-15). Por último, las causas secundarias contingentes hacen alusión a la probabilidad de que algo suceda, o no. Un buen ejemplo de esto en Las Escrituras es la flecha del “arquero desconocido” lanzada a la ventura que terminó acabando con la vida del rey (1 Re. 22:29-45).

Un entendimiento correcto de la relación entre la causa primera y las causas secundarias nos permite también entender que incluso La Caída estaba incluida en el decreto de Dios, sin que esto implique que Dios sea el autor del pecado. Dios lo había decretado (causa primera) y fue cumplido en un momento determinado del tiempo por causa del pecado de Adán y Eva (causas secundarias).

La protección y provisión de Dios

El sexto párrafo de la confesión nos ilustra un panorama oscuro para aquellos que serán reprobados. Para los impíos y los malvados el trato de Dios con ellos, a través de la providencia, resultará en un mayor endurecimiento de sus corazones y un alejamiento de Dios. Esos mismos medios que Dios emplea para que Su pueblo reconozca su necesidad de depender cada vez más de Él también llevan a los impíos a entregarse aún más a sus propias concupiscencias, a las tentaciones del mundo y al poder de Satanás. 

Finalmente, el capítulo destaca cómo Dios cuida especialmente a aquellos que son suyos, a Su iglesia. Los creyentes pueden estar seguros de que Dios les proveerá y protegerá. Esta promesa de cuidado no significa que la vida será fácil o libre de problemas, pero sí garantiza que Dios estará con Su pueblo en cada paso del camino, guiándolos hacia el mejor destino posible: una eternidad de gozo en la presencia de Dios.

Conclusión

Si bien en este artículo no hemos hecho más que un breve recorrido del Capítulo 5 de la Confesión, este nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de Dios y su relación con el mundo. Nos recuerda que no estamos solos en nuestras luchas y alegrías. Hay un Dios que es soberano, que tiene un propósito, que se ha acercado a nosotros, y que se asegurará de guiar todas las cosas hacia el cumplimento de Su voluntad. Esta es una verdad reconfortante que puede dar sentido y dirección a nuestras vidas a lo largo de nuestro peregrinaje.

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